viernes, 15 de agosto de 2008

Después de todo

Cayó por estas horas
el último bastión del hado.
Dejó un sinsabor sincero,
una columna de flores.
Tanteando el silencio
mandó las últimas cartas,
mordió aquellos labios que morían en sus dedos.
Y respiró un halo de sombras.
No vi su caída aún.
Se me negó acercarme
a su cuerpo
a sus noches
Sí vi las tinieblas que impusieron sus escombros.
Cayó su torre de jacinto
Cayó su milagro añorado
Aunque el último dejo de arrogancia
aún viva
en mi pasado.

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