viernes, 15 de agosto de 2008

Después de todo

Cayó por estas horas
el último bastión del hado.
Dejó un sinsabor sincero,
una columna de flores.
Tanteando el silencio
mandó las últimas cartas,
mordió aquellos labios que morían en sus dedos.
Y respiró un halo de sombras.
No vi su caída aún.
Se me negó acercarme
a su cuerpo
a sus noches
Sí vi las tinieblas que impusieron sus escombros.
Cayó su torre de jacinto
Cayó su milagro añorado
Aunque el último dejo de arrogancia
aún viva
en mi pasado.

Recuerdos

Canta, inexpresiva piedra. Grita las plegarias que recuerdas de los tiempos de antaño. Besa miradas perdidas, ¡oh, Piedra!, bésalas. Deja que el viento te suavice, piedra porosa, piedra filosa. Allí estás; muerta, oscura y solitaria, pero siempre elegante, siempre soberbia, siempre piedra.

***

Fúnebres sombras en cráneos vacíos, en fuegos dormidos. Allí, en los cuerpos apagados, en las agonías cotidianas, en los negros días, en las fiestas sin risa se sienta, invencible, la Muerte. Camina por la vida de todos; desde que nacen, el primer instante de vida es, en seguida, un cadáver, un paso infalible de la Muerte. Camina. Pero puede sentarse ante aquéllos que le ceden su silla. Ante vidas cobardes que prefieren quedarse en el borde, inmóviles, ciegas. No se atreven a abrir las puertas. Encerrados en sus mortajas los ojos abiertos, se han tragado las llaves y es tan triste la espera... Espera ansiada y también temida a la que ya tienen dentro, perdiendo en falsas tinieblas todo viento de deseo. Mas esperan que alguien les golpee la puerta. ¿Quién será el que los ayude? ¿Quién les empujará la silla del medio del camino?

Conductas obsesivas

Inexorable, inclaudicable, inolvidable,
la esencia de la pasión apaciguable
incrementa el lucero de la propia experiencia
con la indecencia de la ciénaga de sospecha,
inconcebible por la realeza de tu prudencia
e inexplicable por la ausencia de tu rareza...

Dr. Jekill y Mr. Hyde

Las ideas son anteriores. A lo bueno y a lo malo, a lo que divaga en ese filo, son antes de todo y por eso son el Alfa que nos une y nos convoca.

¿Y qué hacer? Las leyes que nos rigen en este absurdo que desconoce si se encuentra dentro del caos o si por gracia divina se halla en un laberinto perdido entre el tiempo y la distancia. ¿Dejaremos que lo racional mate al hombre?

No, en lo absoluto, no en nuestra esencia eterna que nos convulsiona las extremidades y nos tira la razón más allá de todo alcance humano, dejando a las mentes en un jaque humillante y sin esperanzas racionales.

¡Bendito sea! Ojalá dejemos que nuestro saber se convierta en instinto, donde el hombre de conocimiento es aquel que siente y no el que simplemente piensa. Ojalá perdamos la forma humana para volver a ser lo que alguna vez, tal vez, olvidamos por pensar.

Sí, ser esa idea, esa pulsión que arremete, que aplasta, que cruza blasfemando e insultando a las altas torres de la razón, de su tiranía, y su muerte por una tangente infinita que nos hará olvidar al viejo humano que no recuerda ser Alfa y que desconoce ser el nuevo Omega.

Manifiesto

La miseria se transforma en abundancia cuando los papeles se aglutinan, se nuclean, se reúnen para dar el golpe sorpresivo que rompa las ideas. El hombre (bueno, el humano; bueno, está bien, el sujeto) será presa del temor de sus armas. Se aliarán todas las hojas con las plumas de la historia. Llevarán en sus estandartes los próceres que aún viven. En las hojas vivirán los pensamientos más hermosos, más profundos, más anarcos. Pensamientos que escaparon de la cárcel de los cuerpos. Harán la guerra a los mediocres. A los muertos. A los que se negaron a vivir en la poesía, ideóloga de las batallas cuerpo a cuerpo, en los que siempre hay caídos, por amor, por entrega. Por olvido.