viernes, 29 de mayo de 2009

Descarne

Como cuando el mar se detiene
formando un extenso lago sin espuma.
Como cuando una nube quieta
mira la lluvia en que se transforma.
Como los ojos desorbitados de Icaro
que en la caída quieren mirar al sol.
Como una primavera sin colores
en el año del inmutable Otoño.
Como una gran hoguera de ruiseñores
que ya no emulan a Mozart.
Como un gran circo de payasos tristes
en las horas de la niñez.
Como una pachamama embebida de asfalto
que no ve raíces.
Como estos banales versos
que no pueden decir nada.

Así habré de imaginarlo,
así tal vez ha de sentirse,
como también estará en otras formas:
el pavor y la inolvidable y sangrante historia.






El vuelo del halcón

Será porque los dioses
de la muerte y del recuerdo
se empeñan en resguardar
las armas y los conventos
que pintaron sobre el rojo
de los túneles y los lamentos.

Será por este desdén
o por los tormentos pasajeros
en que sujeto mis muñecas
buscando una tenue pulsión
que me demuestre
aquello en lo que creo.

Será mañana el momento
más sutil, más sincero,
donde arranque del dolor
un solo destello eterno
que me arranque
de este gélido infierno.

Y de mis labios mal nacidos
se oirá la infinitez del mar,
el clamor de los cuerpos.
Recorreré tu lejana patria,
rodeado de ojos muertos
y por las caras de tu victoria.

Te cederé mi espalda
para la base de tu altar.
Mis brazos, tus cetros.
Mis ojos, tus medallas
que hagan lucir tu pecho.

Más te daré, si me lo pides.
Solo por esta oscuridad.
Por tu vejación y tu saña.
Cantaré tu grandeza,
tu hombría, tu belleza.

Juro, entonces,
por tus dioses y por tu patria,
que mi cuerpo es lo que tu quieras.
Mis dientes y mis banderas
arderán en las grises llamas.

Y juro, también juro,
que apagarás mi alma.
Y de mis labios bastardos
saldrá toda mi sangre amarga.
Pero nunca tendrás de mí,
te juro,
oh mi Dios verdugo,
ni una sola palabra.
Nadie amarrará la ira del tiempo,
como nadie entiende aún
las crueldades de Dios.
Pero no podrán evitar
que escape del círculo
y comience a caminar
gravemente en espiral.
Infinitamente.
Ya no serán uno sangre y terror y olvido.
Se detendrá la funesta secuencia.

Que alguien les diga
Que ha llegado la aurora.