lunes, 13 de diciembre de 2010

Horario

Perdona mis dobleces, bien amada.


Dispénsame del final anhelado

largamente en los sueños del velado

dolor, al que mi idilio desagrada.


La agonía y un rosal, luego nada.

El abyecto puñal, entreverado

de alcohol y de pausa, roza el plateado

hilo vital de la triste alborada.


Su sopor, ya mil veces repetido,

dormita entre nosotros, y este día

lo ha encontrado escarlata y malherido

en tus venas sedientas, ciudad mía.


Hasta despertar y ver que ha llovido

sólo la sangre que yo te pedía.

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